En Estados Unidos la crítica aplaudió con una unanimidad La vida de Pi. No podía ser de otra
manera. Pocas veces la calidad técnica de un director va de la mano con tanta
sensibilidad. Desde Hugo no veíamos
potenciadas los recursos que puede tener el 3D. Tu no ves el filme sino que
estás dentro de él, sientes las olas estallando contra tu butaca, ves como las
luces del barco tenuemente se van apagando dentro del mar, te estremeces ante
la risa de la hiena y te asustas ante el hambre voraz de Richard Parker.
La verdad fui a verla porque la cartelera local ofrecía El Hobbit, que ya la había visto y una
comedia romántica con Jennifer López. El tráiler dibujaba una historia dulzona
con elementos fantásticos que a mí la verdad me aburren infinitamente. Creí que
el tigre hablaba y el orangután y la cebrita. La verdad nada de eso ocurre.
Desde que en el colegio leí por obligación Relato
de un náufrago quedé prendado de este tipo de aventuras. NI hablar cuando
después llegó a mis manos las vicisitudes de Álvar Nuñez Cabeza de Vaca. Todos
los relatos de naufragio se parecen. Cuando estás en medio del océano y lo
único que te sostiene en ese desierto es una balsa es inevitable no entrar en
contacto con Dios.
Por eso no entiendo porque a los críticos latinoamericanos
les haya molestado tanto la película. Debe ser por aquello de que por estos lares
ser ateo es sinónimo de inteligencia. Todo lo que suene a religión es de una
vez encerrado en el horrible género de la superación personal.
Pues no se dejen engañar, La vida de Pi es una película emocionante, hermosamente
fotografiada y magníficamente narrada. Una película con una profundidad que yo en
realidad no estoy en condiciones de explicar, no sé si como algunos dicen, el
porro pre película me está afectando los nervios o si los años me están
convirtiendo en un inmenso merengón pero la última película de Ang Lee es de
esas obras que perduran en el tiempo porque tienen la capacidad de gustarle a
todo el mundo. A todo el mundo menos a los viejos dinosaurios marxistas.
Cuatro años duró el creador de El tigre y el dragón sumido en el proyecto. Cuando la novela
homónima de Yann Martel fue publicada en el 2001 las ofertas para llevar su relato
al cine comenzaron a lloverle al escritor. Directores de la talla de Alfonso
Cuarón, M. Night Shyamalan y Jean-Pierre Jeaunet se le midieron al proyecto
pero todos claudicaron porque consideraban que la novela era sencillamente
inadaptable. Después de muchas reescrituras Ang Lee encontró la manera de
narrar la aventura.
Un joven encerrado en un bote con un tigre en medio del mar…
ya con esa premisa es inevitable no hacerse conjeturas, no tener la mínima
curiosidad para ir al cine a ver como es que el bueno del Pi pudo salir de
allí.
Desde ya La vida de pi
se perfila como seria candidata a ser la más ganadora de la temporada. Al menos
tendrá asegurado dos premios, el de mejores efectos especiales y sobre todo al
de mejor fotografía. Esto último estuvo a cargo del gran Claudio Miranda quien
fuera el fotógrafo de la sobrevalorada Benjamin
Button y de Tron. Es
impresionante como entre Miranda y el director taiwanés pueden determinar un
territorio a partir del encuadre. Pi necesita marcar su territoriedad con el
tigre y con el mismísimo mar si pretende sobrevivir. Revelándose como lo que
es, un maestro del encuadre, Ang Lee resuelve todos estos problemas de una
manera visual, cinematográfica.
No les de miedo ir a verla, igual mi fe en que no existe
Dios salió intacta. No le tengan miedo a los que la llaman un panfleto católico
insoportable, en cierta manera El
evangelio Según San Mateo de Bach también lo es, al igual que la obra de
Miguel Ángel o del mismísimo Dante. El cine es entretenimiento puro y si
quieren darle un poco de aventura a sus vidas apagadas vivan con Pi la claustrofóbica
paradoja de estar encerrado en el mar.
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