9 de febrero de 2013

ANTICRISTO De Lars Von Trier. La pose de maldito termina traicionándote


Hay que subir varios kilómetros de montaña para llegar a la espesura frondosa de El edén. Todos los miedos de ella están allí y él como buen terapeuta ha sido contundente: Si quieres olvidar deberás ir hasta allá y comprobar que la verde hierba no es tan mala, que el bosque no está vivo y que esos diabólicos rostros que se ven mientras andas en tren son sólo una ilusión que produce el movimiento.
En las noches ella todavía llora. Recuerda la tarde donde su vida se partió. Él estaba encima penetrándola frenéticamente. El placer tiene la capacidad de sacarte de dónde estás. No escuchaba ni oía, estaba entregada completamente a ser poseída, bebida. Mientras tanto su bebé los veía desde la cama, no entendía muy bien en qué consistía ese amasijo de carne revuelta, esos sonidos quejumbrosos que emitía su madre, mejor era subirse a la mesa y mirar por el ventanal como la nieve sepultaba los andenes, con su manita abrió el vidrio y en un par de segundos el niño estaba abajo, en el anden explotando como si fuera una bolsa de sangre tirada desde arriba.

No, era mejor estar en el maléfico bosque. El dolor se combate con más dolor. Hay que sufrir para olvidar. Ella no entiende de dónde saca él tanta fuerza para ayudarla, por qué está tan frío, además eso de que el marido te de terapia puede prestarse a malas interpretaciones, si eres desconfiado puedes pensar en que te está manipulando. La mejor terapia es el sexo, disfrutando también puedes olvidar la culpa, así sea por unos cuantos segundos, los mismos que dura un orgasmo.
No es un hecho fortuito, como nada de lo que sucede dentro de las películas de Von Trier que se hayan escogido dos actores de físicos tan particulares como son Charlotte Gainsbourgh y Willem Dafoe. El sexo explícito entre ellos molesta, irrita a veces te lleva hasta la náusea. El sexo dentro de sus películas está emparentado a las enfermedades mentales. Recuerden a Bess entregándose a todo el pueblo para hacer feliz a su marido y poner furioso a Dios en Breaking The Waves, a Grace siendo violada por todos los buenos hombres que habitan Dogville o Justine acostándose con un desconocido en su propia boda en Mellancholia. El sexo es aberrante, recuerda a la muerte, es triste y despiadado y sobre todo se usa para someter al otro.

Cuando la naturaleza se rebela las feromonas entran en un estado de ebullición, el más mínimo roce te pide carne. La pareja de esposos vive el duelo de su hijo follando, el llanto se mezcla con el aullido de placer final. El espectador del otro lado tiene miedo, miedo no sólo de la naturaleza sino de sí mismo.
En Anticristo Lars Von Trier decide aterrar al espectador poniéndolo mal físicamente. Te acosa como un loco con un cuchillo exponiendo la peor de las maldades; la que ejerce un esposo sobre otro, como un grillete que oprime, como esa pesa que le pone ella a él, abriéndole la pierna con un torniquete y pegándole un disco de acero a la pantorrilla. El terror se refleja en la imposibilidad que tiene la vida para germinar en Edén, los pollitos se caen de los árboles llenos de hormigas y aún pataleando, los venados mueren mientras están naciendo, los zorros se desgarran la piel a si mismos en un extraño harakiri. Estás ya dentro del ritual, de la venganza de una mujer ante el ginocidio que no es otra cosa que el maltrato que ha sufrido sistemáticamente las mujeres a través de la historia. Ha llegado la hora de la venganza, de levantarse contra el que las ha hecho lamer la suela de sus botas.

Para mi Lars Von Trier es junto con Michael Haneke los únicos directores vivos capaces de mostrar los rincones más sórdidos del alma humana. Lamentablemente considero que en Anticristo perdió una gran oportunidad de hacer explícitamente una película escalofriante, algo que terminara de completar su tesis de que la maldad es propia de la humanidad simple y llanamente porque descendemos directamente de Lucifer. Se perdió la oportunidad en el último tercio del filme cuando decide caer en el gore, cuando todo eso que se venía sugiriendo, que estaba contenido se revienta y se deforma y perdemos el miedo y nos comienza a devorar el asco, la repulsión.
Posiblemente esa haya sido la intención del director danés pero a mí en particular me terminó decepcionando. Su misoginia es tan marcada que termina convertida en una caricatura, en una pose. En Anticristo siento a Von Trier muy cómodo en su rol de maldito, de cineasta que va contra las moral, contra la religión, contra lo sagrado. Estuvo muy cerca de lograr la película de terror más extraña y repulsiva en décadas, no lo logro porque en el último tercio al danés le dio por disfrazarse del maldito, iconoclasta y perverso Lars Von Trier.


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