18 de abril de 2011

LOS RUSOS Y LA CIENCIA DE LOS HOMBRES

No fui buen estudiante pero crecí leyendo a los rusos. A los 14 años le pedí a mi papá que me comprara el ejemplar que ofrecía el Circulo de Lectores de Crimen y Castigo. Yo soy vago y sucio y sufro de fiebre y a veces me dan ganas de matar a una tía rica que es una avara, tengo mas de un lazo en común con Raskolnikov. Cuando te identificas con el personaje principal de una obra la lectura se hace con un interés inusitado como si estuviera leyendo el diario de mi propia vida. Era una bella edición publicada en Barcelona en 1990. Al principio y al final del libro venía una serie de fotos de Dostoyevsky de joven, viejo, enfermo, preso. Lo que mas me llamaba la atención es que además de los daguerrotipos venían unas páginas del manuscritos original de la obra, me di cuenta de que él dibujaba al lado de sus letras los rostros de los personajes que imaginaba. Era tal el apego que sentí por esa lectura que la terminé de leer en menos de una semana. A partir de allí dejó de interesarme la vida real y se complicó aún más mi vida estudiantil. La lectura puede ser una droga que te consume, te seca, te aleja de las mujeres.
Me impresionaba que en Dostoyevsky y después en Gogol las similitudes que presentaban los personajes con la gente que yo conocía. Yo había visto embaucadores como Chichicov o borrachos incorregibles como Marmelanov. Vi gente en la misera y enferma como Katherina Ivanovna que en la peor de sus desgracias todavía mantenían una dignidad a prueba de todo. Conocí santos que rayan en la imbecilidad como el príncipe Mishkin. Mi abuelo mismo era un viejo avaro y mesquino como el papá de los Karamazov y siempre lo quise ver muerto para que mi padre pudiera heredar toda su fortuna y así mantener una vida de escritor bohemio en las hermosas calles de París.
Tenía una autobiografía de Lermontov que venía con un perfume idéntico al que tenía la niña a la que le di el primer beso. Abría el volumen que me extasiaba pensando en su cabello, en lo rico que olía. Era un verdadero placer leerlo.
Con Ana Karenina conocí el matrimonio y con la Sonata a Kreutzer el poder destructor de los celos. Allí supe que un hombre puede matar movido por una sospecha. Fui espectador privilegiado de la invasión de Napoleón a Rusia. Yo estaba allí cuando ardió Moscú. Conocí el frío, la crueldad del frío cuando se es un pobre funcionario público que impávido ve como su viejo y roído gabán se desvanece entre sus dedos como si fuera de arena. Día a día fue ahorrando moneda tras moneda hasta juntar lo suficiente para mandarse a hacer un abrigo nuevo. Justo el día en que orgulloso lo estrena, justo ese día lo atracan y se lo roban. Una semana después aterido de su frío en su cama se convierte en una nueva victima del cruento invierno ruso. Con ese cuentico de Gogol llamado El capote supe que toda felicidad lleva detrás de ella la sombra de la desdicha.
Lo poco que se de los hombres lo aprendí leyendo a los grandes escritores rusos del siglo XIX. Dicen los que lo odian, que Chejov navegaba en la perfección de su aburrimiento. Lo acusaron de ser como Joyce; un pobre escritor que solo leen los escritores. Eso es mentira, en La cigarra describe el amor, la abnegación de un joven médico por su esposa, una pintora e intelectual destacada de la sociedad peterburguesa que a pesar de tener muy pocas cosas en común son una pareja feliz. Pero la felicidad en pareja tiene la duración de una pompa de jabón porque un sentimiento mas fuerte que el cariño empieza a aparecer en ella: El snobismo. Se encapricha entonces con un pretencioso escritor que luego de enamorarla la deja sin miramientos. Sin disimularlo la esposa lleva a su casa su pena. El abnegado doctor trata de consolarla sin importar la amargura de sentir que el objeto de afecto a dejado de pertenecerle. Pero nadie puede soportar tanto dolor, no hay nada que lo haga sentir mas vil que verse despreciado por el ser amado. El médico, desesperado, decide respirar una muestra de tifus dentro de una probeta y cae inmediatamente enfermo, la esposa se preocupa y ya cuando su marido agoniza se da cuenta de que es el mejor científico de toda Rusia. Ahora si que descubre la grandeza, el prestigio que goza su marido en el mundo científico, empieza a amarlo. Llora con amargura la muerte de su marido no movida por el amor sino por el propio snobismo.
Los cuentos de Chejov son hechos para el ser humano. Nadie como él supo reflejar mejor la realidad. Muchas veces se preocupó más por construir el personaje que por la misma historia. Fue como aquel judío de Praga un hacedor de hombres, un pequeño Dios.
Ese siglo XIX no solo habló de la miseria, de la opresión, de la burguesía o de el alcoholismo en el que se sumergía el pueblo ruso sino que alcanzó a formar talentos como el de Alexsei Tolstoi, eclipsado por su gran tío, su nombre ha sido injustamente olvidado. Si bien escribió una extensa y maravillosa novela sobre Pedro el grande sus intereses estaban centrados en lo fantástico. De los pocos cuentos que han podido llegar hasta nosotros se destaca Upires, toda una sátira sobre la vampirica forma de vivir de los aristócratas rusos y sobre todo Vurdalak, donde se muestra la creencia de muchos campesinos de Europa del este que estaban convencidos que algunos muertes pueden salir de sus tumbas sedientos de sangre.
En ese glorioso siglo se cocinaron todos los elementos que explotarían en octubre de 1917. El régimen zarista ya no tenía asidero y así escritores como Dostoyevsky y Lev Tolstoi profesaran un fervor por el cristianismo y satanizaran cualquier tipo de violencia, otros, como Goncharov promulgaron la pereza, la inacción como un arma para combatir la odiosa realidad. Oblomov es un hombre que se ha abandonado a la pereza y vive sus días recostado en un sofá. Un amigo lo anima a salir de su letargo y después de muchas dudas decide levantarse y conocer a esa mujer y se enamoran y vuelve a tener fe por la vida y dejar de engordar como un hinchón putrefacto pero después vendrá el desengaño y terminará sus días sumido la impasibilidad de su sofá.
Los últimos años del XIX en Rusia hacían prever que la historia volvería a sacudir sus inmensas alas. El oblomovismo se tomó a las letras rusas. Con la muerte de los grandes novelistas empezó a instalarse el silencio. Tan solo Gorki en un acto de valentía contra la opresión zarista dejó oír su inconformismo con La madre que donde se habló con claridad de la heroíca lucha que sostenían los estudiantes contra Nicolas II. Gorky estuvo preso y estas penurias serían recompensadas por Lenin y luego por papá Stalin. Gorky terminó convertida en una figura odiosa, un títere del estalinismo y un cómplice de la barbarie con la que manejaría el país este régimen.
En un principio la revolución no solo sirvió para exacerbar la vilesa que puede tener adentro de si un hombre, caso extremo de Gorky quien vendió a sus amigos, a su propio pueblo por el frío reconocimiento y apoyo de un sistema opresor, sino que también sirvió de inspiración a hombres del pueblo, campesinos que convirtieron en gloriosos cantos su entusiasmo. Ese fue el caso de los grandes poetas de octubre del 17, Esenin, y Mayakovsky lamentablemente después de la temprana muerte de Lenin a los pocos años de conseguir la victoria constituyó el principio del fin de los grandes ideales a los que aspiraba la revolución. Los dos poetas anteriormente mencionados quedaron tan decepcionados al ver como el sueño se convertía en pesadilla decidieron suicidarse
A partir de ese punto solo encontraremos grandes novelas en la disidencia. Dentro del zarismo el escritor podía tener una relativa libertad, esto se cercenaría definitivamente después de 1917. Muchas veces se podría tener un afecto hacia el partido y escribir con objetividad, con mesura, con algo de autocrítica una novela. Sobre la revolución pero si se salía de los límites que había impuesto Stalin en su precepto sobre lo que debería ser el arte, constituía para el artista una condena que lo llevaría mínimo al ostracismo. Está claro que el realismo socialista como la gran mayoría de el arte impuesto por un estado totalitario, frenó en seco los talentos de los escritores en cierne.
Mijail Bulgakov, un genial novelista satírico, un cínico que nunca se casó con ningún partido político tuvo que ver como su obra mas significativa, El maestro y La margarita era prohibida y el terminaría siendo considerado un enemigo de la revolución. En 1967 los Rolling Stones adaptarían esta novela y la convertirían en Simpatía por el diablo, una de las mejores canciones de la historia del rock.
Vasilli Grossman no solo fue el primer periodista en denuncia el holocausto nazi sino que en sus tiempos libres se dedicaba con ahínco a la construcción de novelas. La mayoría de estos escritos nunca se publicaron en vida del autor. Una de estas novelas era Vida y destino la gran novela sobre la II Guerra Mundial. Tomando como punto de partida la vida de una familia Grossman va relatando con minuciosidad hechos históricos como la batalla de Stalingrado donde el ejército rojo defendió casa por casa el ataque de las fuerzas invasoras de Hitler. Además da un sondeo sobre los abominables Gulags (Campos de concentración soviéticos) y da una visión de cómo vivía el alto mando, por eso no nos sorprende que aparezcan como personajes de la novela Kruchev o el mismo Stalin. Obviamente la novela causó un profundo malestar entre los jefes del partido y Grossman pasó de ser uno de los periodistas con mas influencia en Pravda (Organo oficial del partido y único periodo de la Unión Soviética) a morir pocos años después de haber escrito su obra maestra en el mas completo ostracismo. Vida y destino se publicó en Francia veinte años después de la muerte de su autor. La labor de la editorial Gallimard de encontrar y después sacar el manuscrito de Rusia da para escribir una novela sobre espías. En el 2009 Galaxia Guttemberg tradujo al español esta monumental obra de cuyo alcance literario e histórico todavía no hemos podido valorar totalmente. Lo que si es seguro es que Vida y destino pronto se convertirá una obra fundamental en la historia de la literatura universal.
Eso está pasando 20 años después de que la URSS haya explotado en mil pedazos. Nos estamos empezando a dar cuenta de los magistrales escritores que tuvo Rusia durante los 73 años que duró la infame revolución. Los que tenían una voz y querían gritar al final no los pudieron calla a pesar de que fueron ferozmente perseguidos, castrados, encerrados en Gulags. Décadas después sus manuscritos están siendo encontrados y su voz está llegando hasta nosotros desde la ultratumba.
Ninguno de ellos vivió tantas torturas, tanta crueldad como Shalamov, un hombre del que conocemos muy poco y que solo ha llegado hasta nosotros la colección de cuentos llamada Relatos de Kolymá donde se describe las horrendas condiciones en las que vivían allí los prisioneros. Ubicada en el corazón de Sibertia a Kolymá iban los peores enemigos de la dictadura. Era peor ser inteligente y disidente que ser un asesino de niños y pertenecer al partido. Por eso la gran mayoría de los habitantes de Kolymá eran intelectuales. Preciso, cortante, con la mesura que solo ha tenido Primo Levi a la hora de contar la barbarie, los infernales acontecimientos que usualmente ocurren en un campo de concentración. Shalamov no busca hechos extraordinarios sino que tan solo nos cuenta la cotidianidad osea la continua tortura que debe padecer un hombre encerrado en ese lugar. Los que disfrutaron con la escandalosa y exhibicionista Archipielago Gulag, del sobrevalorado Soltzhenitzin seguramente se decepcionarán de estos relatos que no buscan el chantaje moral para pintar un pedazo de realidad.
En los próximos años todavía seguiremos encontrando autores que tapó la revolución. Son apenas 20 años de deshielo y apenas se están empezando a traducir al español a todos esos escritores perseguidos en la oscura época de la Unión Soviética. Algunos se habrán perdidos para siempre pero debajo de cada Dasha, de cada Isba habrá la esperanza de encontrar un manuscrito, un tesoro en forma de novela que nos ayude a constatar que el ímpetu y el talento ruso no pudo ser acallado ni siquiera por la mas sofocante y larga de las dictaduras que haya conocido la historia.

1 comentario:

El Nuevo Olimpo dijo...

Ateneista, es sorprendente cuando nos identificamos con personajes de obras artísticas, el chiste es que a mí, algunos, me han afectado a punto de cambiar mi estilo de vida: El primero de ellos, los protagonistas de la obra El tesoro de los piratas, de la compañía de títeres La Libélula Dorada: resulta que un malvado rey y unos piratas gocetas se disputan por encontrar el tesoro más grande del mundo, el rey llega primero lo descubre y lo desprecia, cuando llegan los piratas no vemos que es el tesoro pero brincan de alegría, bailan y empiezan a sacar unas letras doradas del baúl escondido, las letras poco a poco van formando la palabra LIBERTAD! yo que estaba entrando a la crisis de la mediana edad recibí una descarga al cerebro y a la emoción… fui pirata por tres convulsionados años, espero que ud no se haya vuelto un Raskolnikov.