16 de enero de 2013

POSESIÓN SATÁNICA DE Ole Bornedal. Los rabinos también expulsan demonios


El problema es que uno siempre espera más y con estas películas de terror que nos toca ver hay que ser compasivos, ceñirse al contexto y juzgarlas a partir de allí. Hay que agradecer que ésta no nos haya expulsado de la sala como suele suceder generalmente, hay que reconocer que al menos tuvieron la molestia de construir personajes y situaciones más o menos creíbles, que se trató de mantener la tensión hasta la mitad del filme.
Ahora, de ahí a no poder dormir en la noche porque una oscura fuerza demoníaca te está acechando es otra cosa. La sugestión ha terminado para siempre, ninguna tiene esa fuerza hipnótica que te hacía creer en el maligno. Esperar que algo te sorprenda en un género dónde las fórmulas al parecer están agotadas es demasiado.

Llevaba mucho tiempo con ganas de ver Posesión Satánica. Seducido como muchos por el afiche donde una mano sale de la boca de una niña y toma su rostro, la descargué por internet. Estaba preparado para subirme en una montaña rusa de emociones. Hábilmente y por sugerencia del productor Sam Raimi, pusieron antes de los créditos que estaba basada en un hecho real. Imagínense, no existe mejor gancho para una película de terror que decir que eso pasó de verdad, con esas palabras tienes el derecho de hacer cualquier cosa amparado en el argumento contundente de “Y yo que voy a hacer, si eso pasó en la vida real”.
En realidad lo que sucedió no es lo que se plantea en el filme. En el 2004 un periodista de Los Angeles Times dio a conocer un artículo que trataba sobre un hombre que vendía un escalofriante objeto por internet. Este era una caja que según el vendedor contenía un “Dibbuk”, demonio en hebreo. Según la descripción en e bay muchas desgracias había traído a su familia la cajita. El director Ole Bornedal se basó en esta insignificante anécdota para trampear y contarnos la historia de una familia en descomposición. Clyde, lleva a sus dos hijas de fin de semana a su casa. Al frente de ella se está realizando una venta de garaje. Em, la más pequeña de las dos niñas, se fija en una enigmática cajita que en la tapa de arriba tiene una extraña inscripción en hebreo. La niña se obsesiona con la caja hasta el punto de quedarse dormida en su cama abrazando la caja como si fuera un tierno osito de peluche.
Hay que abonarle a Posesión Satánica que una simple caja de madera nos cause tanta inquietud. No nos han dicho nada pero sabemos que la pequeña Em no debe abrir la caja. Cuando lo hace encontramos un diente, un anillo, un perrito de madera. Sin saberlo la pequeña Em ha desatado un poderoso demonio que vivía recluido en esa caja.

Una de las razones por las cuales vale la pena ver esta película es que nos muestra, de una u otra forma, como se realiza un exorcismo judío. Yo la verdad no me había imaginado que los rabinos también podían expulsar demonios. Una de las mejores escenas de la película es cuando Clyde va hasta una sinagoga y suplica por la vida de su hija.
El principal problema de Posesión satánica es justamente el momento del exorcismo. Este es igual de insatisfactorio que todo lo que hemos visto antes, la niña golpeando a los mayores con fuerza inusitada, las groserías dichas en el idioma del infierno o en inglés al revés y la posterior expulsión del Dibbuk. Acá al menos Bornedal intenta dar una nueva vuelta de tuerca haciendo del demonio una presencia física, como un tumor maligno que debe ser expulsado.
Así que ceñidos al contexto y después de ver esperpentos como La aparición, que de una manera descarada plagió el afiche de Posesión para atraer más público o la última secuela de Actividad paranormal, esta es una película que intenta contar algo diferente, que te mantiene interesado un buen tramo de la misma pero que al final irremediablemente cae en el lugar común y esto en una película de terror es un error imperdonable.

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