Entonces los muchachos duermen en una cama estrecha y yo todo desvelado tratando de escribir canciones de amor. Hay sustancias que no te dejan dormir, hay sustancias que te abrazan como un gorila y no puedes hacer nada tan solo dejarse mecer en un sus brazos poderosos. Planeamos todas las fiestas de mañana, acá no pasa nunca nada, solo un continuo plan, una idea incrustada en mi cabeza, unas ganas enormes de detonar puentes.
Desde el escritorio escucho los ronquidos y puedo identificar cada una de las cavidades nasales. Me toco la naríz y no la siento y sueño con la casa en la que vivía a las orillas del Zulia, trato de recordar como era el poema ese de Jorge Gaitán Durán, los chulos encuentran comida entre las vacas insepultas, sueño un paisaje pero no lo veo. Aterido de frío, humillado como pocos evito los recuerdos y me tapo los ojos para no ver lo que me rodea. La maldita pared está a punto de caer, tubos de agua mal instalados, la humedad carcome lo que toque y al buscar la sustancia la encuentro pegachenta así que pongo a calentar en una estufa un plato plano y tratar de salvar los grumos que quedan, disolverlos en agua bendita y tomarlo en fon blanco, no hagamos un brindis querida amiga, no mires tu contenido, solo permanece conmigo hasta que se haga de día.
Hace mucho las fiestas eran divertidas, en la piscina flotábamos como cadáveres arrullados por las canciones de Hank Williams, a vos nunca te gustó el country te pareció siempre una música de campesinos enguayabados. Trata de juntar los grumos, envuélvelos en un papel y fumatelos como si fuera tabaco. No trates de mirar para atrás, la vista de la ciudad de metal te hará pedazos, es muy tarde para jugar a la medusa, solo eres piedra, solo eres una puta estatua. Dentro de poco los carteros deslizarán por la puerta los periódicos del domingo. Dicen que hará un día precioso, no te preocupes por leer la editorial, tan solo mira los titulares y así entenderás que no vale la pena salir a buscarse un mendrugo de pan, el pan llegará hasta ti, el mismo pan te matará. En las fiestas me escondo en los rincones a pensarla, me gusta cuando suenan esas canciones de antes donde los hombres se arrastraban como serpientes en busca del perdón. Me gusta que el cigarrillo se consuma entre los dedos y que yo esté lo suficientemente borracho para no necesitar el influjo de la cocaína y si la de las otras sustancias, las que disolvimos en agua podrida.
Voy clasificando los libros, no los llevaré todos, no existe peor sensación que la de viajar cargado de maletas. Los ataré con los cordones de sus tennis los dejaré afuera por si alguien se los quiere llevar aunque con el último frío de septiembre podrás hacer una hoguera amigo clochard y sobrevivirás mientras ves como las páginas que con tanta meticulosidad escribió Goncharov se las va tragando el fuego. Hubo un hombre que se acostó en un mueble y no volvió a levantarse, la barba se le escurría por el pecho y las uñas se tornaron negras y no podía rascarse sin destrozarse el rostro. Los pocos amigos venían hasta él y le traían comidas y las noticias del mundo. Intentó construir una máquina del tiempo pero fracasó en el intento así que decidió quedarse encerrado en sus recuerdos y enajenado destapaba las botellas de agua bendita y las disolvía con las sustancias que mantienen el insomnio de los vampiros.
Los veo dormir, duermen todos en una cama estrecha y sucia, abren la boca y hacen gárgaras desde el sueño. No concibo dormir, el gran incendio se extenderá por la pampa y quiero estar despierto cuando todo sea carcomido. Cuidé la agonía de mi abuela, quería ver como su yugular se detenía pero me quedé dormido justo en el momento que expiraba, fue mi momento de ver una muerte, estuve pendiente de las ventanas tenía un revolver en las manos y quería acribillar a uno de los ángeles de la parca pero me descuidé, cuando desperté la vieja ya estaba envuelta en unas vendas, de la rabia me fui al callejón a dispararle a las ratas. No maté a ninguna.
Las viejas chismosas vuelven asustadas de la iglesia, el cura anda pregonando el apocalipsis, es uno de los pocos ministros de Dios que todavía conserva el don de la clarividencia. Saben de mis planes, tengo la cocina llena de galones de gasolina, tengo un fosforo en la mano los que duermen me ayudarán. No se puede jugar con el juicio divino, aprenderán a callarse cuando yo esté hablando. Las sustancias nos hacen más violentas y el agua bendita potencia mi astucia.
Así que pretendías que el mundo no se iba a acabar? Así que despertaste a los muertos y no pensaste en despertar a los que solo dormían? Se acaba el tiempo nena, no existe ninguna posibilidad de arrpentirme, no a esta hora de la noche querida, no cuando las sustancias galopan por mis venas.
1 comentario:
Pues sí, que el mundo merece la mierda que nos deja tras la euforia, escribe como cuando sacas la bolsa de basura a la calle, aunque dudo que la saques, tal vez la mantienes en un rincón esperando a que se incorpore del letargo y te hable, o se acerque entre saltitos ¿ves las pequeñas manitos insinuadas a través del plástico negro? Iván, Iván ¿viene a abrazarte o a ahorcarte? no importa, debes protegerte igual.
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