20 de septiembre de 2010

EL HOMBRE DE AL LADO DE GASTON DUPRAT Y MARIANO COHN

La plata es una ciudad gris y aburrida. A parte de una hermosa Catedral Gótica es muy poco lo que se puede visitar lo cual me alegra porque yo estoy cansado de ver gente y acá no existen las aglomeraciones. Entre las otras cosas que son dignas de conocer está la casa Curuchet, única vivienda construida por Lecorbussier en el continente americano. La casa en si misma es una obra de arte de precisión, luminosidad y comodidad. Incluso muchos muebles que allí están fueron hechos por el maestro francés. A pesar de que es propiedad privada allí funciona la sociedad argentina de arquitectura y si vas a mediodía a lo mejor te dejen pasar y puedas tomar fotos para subir a tu asqueroso facebook.
La casa hace poco ha vuelto a cobrar notoriedad porque resulta que la mejor película argentina de los últimos años fue filmada allí. En El hombre de al lado hay tres protagonistas: Por un lado está Leonardo, el clásico ejemplo de cómo poseer un talento específico puede convertir a una persona en un ser abyecto. Por el otro Víctor, el intruso que quiere pescar unos rayitos de luz y para eso ha decidido violar  las más básicas normas arquitectónicas para abrir una ventana que de justo a la sala de su vecino. Y el otro gran protagonista como no, la casa misma quien es la que marca las inquietudes, los sentimientos y hasta el destino de todos aquellos que convergen en ella.
Los argentinos a diferencia del resto de latinoamericanos son muy quisquillosos con su privacidad. La paranoia en la que viven sumergidos los lleva a pensar que el otro no es más que un molesto espía que te persigue y te vigila. Esta paranoia puede crecer como un tumor maligno dependiendo el grado de educación o notoriedad que pueda tener el argentino en cuestión. Leonardo sin duda es un diseñador de renombre. Sus sillones han tenido varios premios en Europa y en la última bienal de Milán sus creaciones tuvieron un deslumbrante éxito. Lamentablemente a su hija, una adolescente imbuida en las profundidades de su MP4, esos logros no la hacen sentir muy orgullosa de Papá. No se necesita decir una sola palabra para comprender que las relaciones entre padre e hija están completamente rotas. Podemos imaginar como fue el pasado, Leonardo encerrado en su estudio tratando de que las partes de un sofá cama coincidan y poder seguir marcando la pauta. Con su esposa las cosas parecen que tampoco marchan bien. Ella requiere atención, el siente que le exige demasiado, “Hace un mes no cojo” le dice a uno de sus clientes. Además están las clases en la universidad, esos estúpidos alumnos que no entienden nada, ojalá hubiese alguno como él, que tuviera una pizca del talento que tiene él.
Y para acabar de rematar está el vecino, un grasa cordobés con un pésimo gusto musical, que no habla como él cuatro idiomas, ni escucha esos escarceos musicales vanguardistas, la música con que los accionistas vieneses se suicidaban en público. No, Víctor es un tipo básico, un poco rudo, un poco invasor que cree que con su verbo arrollador puede convencer a quien sea, incluso de convencer que una invasión tan grave como la de poner una ventana en frente de tu sala pueda ser un hecho que se arregle fácil, con una picada y una cerveza y se acabó. “Solo necesito unos rayos de luz” murmura este personaje ese que es su mantra.
Entonces sucede el inevitable choque sartreano, el problema son los otros y si no quieres problemas, si no quieres perder tu intimidad, tu paz, deberás buscar la manera de deshacerte de ellos. Asi que aparece la tensión que te tendrá al borde de la silla y lo que creías iba a hacer la clásica película argentina con pretensiones de autor con la lentitud típica que exige el “Gran” cine se va convirtiendo en una obra donde la tensión no deja de crecer, donde estás esperando todo el tiempo que suceda algo y de pronto te llevas las manos al estómago y notas el hueco que se te ha hecho allí.
Pero mucho más que una trama El hombre de al lado es una película de personajes. El pulso que sostienen durante las dos horas que dura el filme Victor y Leonardo es absolutamente creíble gracias a las notables actuaciones de Daniel Araóz ( Toda una sorpresa) y Rafael Spregelburd (Reconocido dramaturgo y actor) Contada de una manera sencilla casi sin pretensiones el tándem Duprat-Cohn esbozan una mirada muy personal sobre el hecho de ser un artista de mérito en un país del tercermundo, sobre lo ridículo y snobista que puede resultar alguien bien educado, poliglota y refinado en un país que se hunde, que se rompe en mil pedazos.
En una cartelera llena de películas cuyo único recurso es el ya insoportable truco del 3D El hombre de al lado resulta de lejos, la mejor opción que pueda tener alguien que todavía pueda disfrutar de una película que hable sobre seres humanos.

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