Existe una pléyade de gente dispuesta al cine a ir no sólo a entretenerse sino a educarse. Tratando de salvar décadas de incultura, de apatía intelectual se sientan en la butaca con la bolsa de palomitas en la mano intentando llenar los enormes huecos que tiene su cultura. Son gente muy enterada, que nunca se pierde un noticiero y que no se pierde ninguno de los especiales que hace Discovery o History. Ellos entonces fueron a ver Los inmortales con la esperanza de aprender un poco sobre mitología griega. Ya con Troya habían aprendido de la cobardía de Paris, de la alcahuateria de Priamo, de la brutalidad de Menelao y de la doblez de Helena. En 300 conocieron la valentía de Leónidas para parársele de frente a Jerjes y sus temibles y numerosos persas.
Cinco años después vinieron a la lección tres, la influencia de los dioses en la vida de los pueblos griegos. El resultado fue bastante decepcionante porque a muchos les pareció un poco imprecisa la película ¿Cómo así que los dioses bajan y se pelean de frente con los mortales? ¿Porqué tienen preferencia con Teseo? ¿Era tan cruel el Rey Hyperion? Los que vinieron a aprender sobre mitología griega sin duda perderán el dinero que invirtieron en la boleta.
Uno de los aciertos que tienen Los inmortales es que el intento de juntar la historia real con la mitología. En Grecia como en ninguna otra cultura, la relación que se tenían con los dioses era de fraternidad, de alianzas. Habían guerreros tan hábiles e invencibles como Aquiles, Teseo o Héctor que se especulaba con que eran hijos de los dioses. Acá vemos a Teseo como un joven humilde, un poco humillado por no tener padre, un poco ultrajado por presenciar como Hyperion le pasa el cuchillo por la garganta a su madre y el presencia el infierno. Teseo es mucho más que un pobre muchacho de provincias. Desde el balcón donde los dioses ven a los hombres como somos, pequeños insectos moviéndonos entre un estercolero, él es el mimado. Cuando está metido en aprietos Poseidón baja y le da una mano moviendo las olas. Es más fuerte el amor al mortal que la advertencia de Zeus “El dios que ayude a un humano tendrá que soportar mi ira”.
Ante la arremetida de Hyperion Teseo se convierte en la última esperanza del mundo helénico. Hyperion es un rey que me cae bien no solo porque esté interpretado por Mickey Rourke. Comparto con el tipo varios puntos en común, uno de ellos es el gusto por la comida, el temible monarca no para de comer en toda la película. Otra cosa en la que nos parecemos es en su desprecio absoluto por los dioses, una prepotencia muy semejante a la que tuvo Brad Pitt disfrazado de Aquiles cuando entró al templo de Apolo en las playas de Troya y descabezó sus estatuas.
La diferencia con la maravillosa película de Ridley Scott es que acá los dioses existen, confinados en los lujosos jardines del Olimpo, con la prohibición de no modificar el destino de los hombres, pero ¿Qué entidad que no posea vida puede ser imparcial? Al ver la osadía de Hyperion de liberar a los titanes, los dioses bajarán en gavilla a tratar de sofocar la rebelión que acabaría para siempre a la amada Grecia.
La vendieron como otra 300 pero esa atmósfera de comic, esos efectos que inevitablemente emocionan no se consiguen en esta tibia e irregular película. Las huestes de Hyperion acechando las murallas se ven a leguas como el producto de un mediocre ingeniero de sistemas. Los decorados, las ciudades, las casas, nada tiene la vivacidad de la adaptación del cómic de Frank Miller. El 3D además fastidia y al cabo de cuarenta y cinco minutos te empiezas a sentir como Alexander de Large sometido al intenso método Ludovico. Sin embargo teniendo en cuenta la precariedad de nuestra cartelera Los inmortales resulta una película digna de pasar el rato, de sacarte los zapatos en la sala y estirar un poco los dedos. Tiene momentos como la visión del hijo de Teseo presenciando la batalla del cielo, como Mickey Rourke castigando a un traidor que viene a venderse a el por cualquier mendrugo de pan o como la pelea de Teseo contra el minotauro.
Esperábamos que se diera otra vuelta de tuerca al tema ya que Tarsem Singh había logrado crear una atmósfera en la Célula, los decorados impresionaban tanto que te olvidabas que el adefesio de JLO era la protagonista. Acá nada de eso funciona, no se ve el rigor de una investigación y la película se sostiene en la historia primigenia, en el mito, pero no termina aportándole absolutamente nada a lo que ya conocíamos de Teseo. Los inmortales, que duda cabe, es una película absolutamente prescindible.
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