9 de abril de 2012

VIENTO SALVAJE De Hugo Fregonese. Placer cinéfilo

Los lunes a las nueve de la noche el maestro Fernando Martín Peña impartía la clase de historia del cine en el vetusto edificio de la calle Moreno. El mismo llevaba su proyector y sus propias películas en 16 mm. Tiene el archivo de películas personal mas grande del continente. Mas de 14 mil copias en 16 mm y cinco mil en treinta y cinco. Su curiosidad insaciable lo llevó a encontrar en el 2008 la copia original, única, de la obra maestra de Fritz Lang Metrópolis.

A Fernando le encanta las películas que nadie ha visto, con el descubrí a Val Lewton y toda la santa lista de productores y directores de serie B, tipo William Castle o Jack Arnold. Entre el rosario de nombres uno me llamó la atención, la de un tipo nacido en Mendoza que muy joven se fue a trabajar a Hollywood, cuando el  solo nombre era la alusión a un poderoso imperio. En pocos años se ganó la confianza de los productores y sin muchos aspavientos lo pusieron a cargo de productos menores, productos que se hacían con el presupuesto que sobraban de las grandes películas, historias sobre crímenes, sobre vampiresas destructoras de ilusiones. Puro noir y del mejor, noir surgido desde la serie B. bajo su batuta estuvieron actores como Edward G. Robinson, Paul Henreid, Joseph Cotten, Jack Palance o James Mason. Los actores confiaban en él porque  a pesar de que la historia nunca le dio el lugar que merecía sus películas tenían fuerza, eran descarnadas…. En épocas de grandes productores Fregonese hacía como Orson Welles o Nicholas Ray puro cine de autor. Era un novelista, todos sus filmes poseían su firma.

Peña amenazó durante mucho tiempo con llevar una película de Fregonese, pero siempre se cruzaba un Aldrich, Renoir o Peckinpah y yo me cansé de estudiar y nunca volví a la calle Moreno. Pasaron cuatro años y despabilado encuentro en la televisión Viento Salvaje, un filme ambientada en algún lugar de Suramérica. En medio del desierto, de los bandoleros, un par de aventureros gringos pretenden gastar sus últimos recursos sacando petróleo. Llegan los bandidos, le piden plata, los astrosos no tienen un peso, lo último que han tenido lo han gastado en aparatos para perforar la tierra, los ladrones no suelen conformarse con un no como respuesta así que han agarrado dinamita y han volado la construcción. Los norteamericanos han tenido que bajar al pueblo con solo lo que llevan puesto, buscar como sea un empleo, juntar un par de billetes e irse de regreso a su odiado país.


Van a una oficina de empleos pero que va, no hay vacantes. Los pobres War Bond (el predicador de The searchers, habitual colaborador de John Ford) y Gary Cooper tienen que ir a la calle, pedir unas monedas para hacerse una sopa aguada o recibir la oferta de un inescrupuloso traficante de hombres, quien les propone llevar nitroglicerina en un destartalado auto. A pesar de lo peligroso de la misión y de los reparos de su compañero Gary Cooper acepta. Llevar en una carcacha nitro en medio del desierto, a merced de los ataques de los insaciables bandoleros es una misión suicida. Bond la noche previa en vez de descansar deambula por las calles de la ciudad a merced del hambre y la desesperación, trata de asaltar a un hombre muy bien vestido pero resulta dominado por un Anthony Quinn absolutamente monumental. Quinn es Paco, viejo conocido de los muchachos quien ahora goza de una buena posición y, muy agradecido por favores pasados, les ofrece trabajo y comida. Cooper aceptaría gustoso si no fuera porque Barbara Stanwyck, su viejo y tormentoso amor es ahora la esposa de Paco.

Stanwyck representa lo que se denomina dentro de los cánones del género la Femme Fatale, una Lilith capaz de llevarte al asesinato, como le pasó a Fred McMurray en Double indemnity con tal que te deje meter la mano en su entrepierna. Es el sexo encarnado, poco importa que su rostro en un primer vistazo te parezca horrible, ella con su voz y sus vestidos ceñidos te irá convenciendo que por ella, el infierno vale la pena.

Aceptan llevar el explosivo, los bandidos los persiguen, un solo disparo, un movimiento en falso y la carga maldita volará en mil pedazos. Pero Cooper es un tipo duro y con la misma nitrglicerina los espantará. El tipo que los contrata, a pesar de que el esfuerzo ha sido titánico no les da un peso entonces el viejo aventurero tendrá que hacerlo probar la fuerza de sus puños, recupera la plata pero la policía le confisca lo que en tan buena honra a podido recuperar. Otra vez estás solo y en un país hostil y ajeno, tus pasos te llevarán irremediablemente a Paco y sobre todo a su inquietante y diabólica esposa.

Llama la atención que El salario del miedo, la fenomenal película de Clouzot sobre un grupo de hombres que tienen como trabajo transportar un material altamente inflamable sea de 1953, el mismo año en que Fregonese realiza Viento salvaje. No sabemos quien copió a quien pero el tiempo ha encumbrado al francés a la categoría de maestro mientras el argentino ha sido olvidado injustamente. Viento salvaje es un saludable ejercicio cinéfilo donde encontrarás (si tienes la suerte de verla) todos los condimentos que han hecho del cine negro uno de los géneros a los que más se les rinde culto. Una gran película que no ha envejecido nada, que se puede asentar en cualquiera de los territorios del continente donde la maldición del petróleo se ha asentado para secar almas. Un filme lleno de grandes actuaciones, de planos sublimes, soportado todo por una gran historia. En internet apenas hay referencias sobre esta película tremendamente realista, en contravía con la artificialidad que se manejaba en el Hollywood de la edad de oro. La gente suda, se ve sucia, fea. La gente no es completamente buena ni completamente mala solo que son consecuentes con sus pasiones, sus deseos y sus demonios.

Los que tienen Movie City Classics la pueden ver este mes en un homenaje que le están haciendo a Anthony Quinn, los que no traten de bajarla. Una película imprescindible en el maravilloso y malvado universo del film noir.`

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