15 de septiembre de 2010

EL BRILLO DE LUCIFER ES PARA UNO SOLO. REFLEXIONES EN TORNO A UNA PELICULA LUCIFERINA

Las puertas de la sabiduría se abrirán no solo al que tenga la llave sino al que Belcebú en su capricho desee abrírseles. El averno no solo es el lugar donde los condenados pagan sus pecados a fuego eterno. El infierno también puede ser el lugar donde El Demonio te dará el poder de saberlo todo, de caminar sobre las aguas, de invocar la lluvia y apagar el sol.
A diferencia de El bebé de Rosemary la visión que da en La novena puerta se acerca más al concepto luciferino y no demoniaco que tenía el clásico de 1968. Lucifer, cuyo nombre procede de los vocablos latinos Lucis (Luz) y Ferre (Portador), popularmente conocido como el demonio cristiano de la soberbia, tiene su origen en Luxferre, “El que trae el conocimiento a los hombres”. Luxferre es el equivalente romano del titán Prometeo griego, quien robó el fuego (El Conocimiento) de los dioses para entregárselo a los hombres. Como tantos otros dioses paganos, fue demonizado por la iglesia católica durante los años en que el cristianismo se extendió oficialmente por todo el imperio. Esta visión de Polansky es la que convirtió a La novena puerta en un fracaso de taquilla. La gente esperaba la típica visión católica del diablo como un monstruo salido de la oscuridad que subía a la tierra sin que sea llamado a apoderarse de el cuerpo de alguna jovencita virgen. Acá el demonio no sube ni se entrega a cualquiera por más de que uses un castillo y cumplas todos los requisitos que aparecen en el Delomelanicon (evocación de la oscuridad), escrito por Lucifer en persona.
Debido al cruel asesinato de su esposa perpetrado por la banda del hippie Manson y el tema escabroso de alguna de sus películas (La semilla del diablo, El inquilino, El baile de los vampiros, Repulsión) a Polansky se le ha asociado desde siempre con el satanismo. El ha salido a acallar esos rumores diciendo que hace esas películas porque “El diablo siempre vende” Pero que es un hombre racional, sin ningún tipo de creencia religiosa “Suelo leer revistas de ciencias y biografías” Una especie de Dean Corso excéptico pero envuelto siempre en un clima misterioso.  Y está por otro lado la ambición, la ambición que siempre tuvo este polaco por ser el mejor de todos, la misma ambición que tenía Guy, el esposo de Rosemary, de ser un gran actor o la ambición monetaria que esgrime siempre Dean Corso que lo llevará irremediablemente a la puerta donde está la luz.
Es imposible que la curiosidad de Polansky por el Sendero de la Mano Izquierda no lo haya llevado a convertir la inocentona y casi berreta novela de Perez Reverte El club Dumas, en una película que destila un conocimiento profundo sobre las prácticas satánicas y desfilan en ella los elementos que constituyen la ardua búsqueda de un hombre por llegar a las puertas de Luxferre.  La novena puerta es casi una road movie infernal donde Dean Corso (Maravillosamente interpretado por Johnny Deep) es el detective de libros antiguos más conocido de Nueva York y es contratado por el multimillonario coleccionista Bulkan para validar la autenticidad del libro más preciado de su colección, De uumbralis Regni Noverm Portis (Las nueve puertas del reino de las sombras)-Obra escrita por un sabio ocultista llamado Aristide Torchia poco antes de ser condenado a la hoguera por la inquisición en el año 1666- comparándolo con los otros dos únicos ejemplares que existen en el mundo, el del coleccionista Victor Fargas y el de la baronesa Kessler. Tentado por una jugosa recompensa Corso viaja a Europa donde se enfrentará de lleno a las fuerzas del mal que emanan los hombres porque a su lado el mismísimo príncipe de las tinieblas, encarnado en una hermosísima Lilith estará a su lado vigilándolo que nada malo le vaya a pasar.
Los malos son los hombres, no Lucifer. Él es el último reducto de cordura en un mundo donde Dios perpetra los peores crímenes. El es una mujer hermosa y noble, una amante abnegada como la Biondetta del Diablo Enamorado de Cazzote. En esa tradición está el demonio de Polansky, Lucifer es un faro que ilumina a los hombres, que desprecia al débil, que viene a imponer su luz donde solo hay tinieblas. Esa es la sensación que da al final la película, Dan Corso entrando a esa fortaleza y de la puerta de ella un brillo encandila la pantalla y alcanza a irritar nuestros pobres ojos de ignorantes impenitentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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