Ahí está, para todos los que
preconizan que el cine está muerto, para los que añoran a
Antonioni, Fellini o Dreyer, no se cieguen más, vivan con felicidad
el periódico histórico que les correspondió vivir, rompan la
burbuja y disfruten porque cine es lo que hay. Cada año de Irán,
Somalia o Taiwan aparece un maravilloso director, cada dos años
podemos disfrutar de los Dardenne, de la nueva película de Woody
Allen, de un infatigable Scorsese. Del gran maestro Lars Von Trier.
Nunca deja de sorprendernos, por donde
pase su mirada genera polémica. Unos salen disgustados, otros
felices pero siempre despertando odios o amores. Melancolía no podía
ser la excepción. Si, lo de él no son historias sencillas, él lo
quiere todo y tiene la suficiente fuerza, inteligencia y oficio para
que el reto no le quede grande. Acá nos habla nada más y nada menos
que del fin del mundo. Por ahí en la galaxia está un planeta
extraviado que al parecer viene directamente hacia nosotros. Los
científicos hacen cuentas tranquilizadoras. En la hipotenusa está
la verdad, viven tranquilos el espectáculo “Nunca volveremos a
tener una vista como esta, disfrútala” le dice un extraordinario
Kiefer Sutherland a su esposa Charlotte Gainsbourgh. Ella no está
muy convencida de eso. La gente dice cosas, los profetas del
apocalipsis, los que nunca faltan. Es el 2012 y los mayas lo
escribieron en sus pirámides. Pero lo que mas le preocupa a ella es
el rostro de su hermana.
Justine es la oveja negra de una
familia de hipócritas. Cansada de que la estén persiguiendo a
decidido casarse. El novio es un tontarrón y en la misma noche de
bodas el matrimonio termina. Ella está triste, ella lo sabe todo.
Las aves comienzan a caer muertas, los caballos están inquietos. Es
algo que se respira en el aire y allá ustedes si no lo quieren
aceptar. La Gainsbourg quiere aferrarse a lo que dice su marido, un
brillante hombre de ciencia, pero ella sabe de los poderes de Justine
y si ella está triste y pensativa es porque precisamente ese maldito
planeta de nombre Melancholia va a chocarse contra la tierra
contradiciendo a todos esos reputados y sabiondos hombres de ciencia.
El apego que siente el ateo hacia la
ciencia es tan irracional como la fe del creyente. Von Trier como
Buñuel cree en el misterio, al menos es más poético y si todo es
tan absurdo pues divirtámonos creyendo en santos y en demonios.
Justine es otro de los personajes femeninos medio iluminados que tan
bien ha sabido delinear el director danés. Contrario a lo que
creíamos y como alguna vez supo explotarla Sofia Coppola en Virgenes
Suicidas Kirsten Dunst acá no solo logra una formidable actuación
sino que su presencia es de un poder mágico, esotérico. Parece una
princesa encantada en medio de un paisaje completamente aterrador y
no solo por el hecho de que la Tierra tenga sus horas contadas sino
por toda esa gente que la rodea, que quiere imponerle todo el tiempo
unas normas que ella no solo no entiende sino a las cuales no
pertenece.
Se incrustan en tu piel las emociones
como si fueran puñales. Melancolía como toda la obra de Lars Von
Trier te señala con el dedo y te hace sentir culpable. Tu eres toda
esa gente odiosa simplemente porque eres humano “En cierto modo me
gusta que se acabe el mundo, está poblada de seres perversos” dice
Justine cuando la cercanía del planeta con la tierra irradia un
brillo azul, cuando las aves caen en su vuelo y un granizo delgadito,
inofensivo, cae sobre la tierra como si alguien desde arriba la
estuviera llorando. Dios es un cínico. Después de que termine la
vida acá quedará el silencio en todo el universo. Estamos solos,
todo es materia inerte, la nada es lo que domina el cosmos. Todo es
absurdo, triste, vacío.
No señores, es mentira eso de que el
cine está muerto, películas como Melancolía lo constatan.
Atrévanse a verla como si fuera un desafío personal. Sopórtenla.
Es una verdadera fortuna haber vivido en la misma época que Lars Von
Trier. Podemos ir al cine y ver sus películas en su formato
original. No desaprovechen esa oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario