28 de junio de 2012

SOMBRAS TENEBROSAS. El extraño caso de Tim Burton


Siempre que aparece una de sus películas olvidamos el mal sabor que nos dejó la anterior. Es como si los que admiramos la primera parte de su obra (La que va de Beetlejuice a Ed Wood) Creamos a ciegas que la potencia de su imaginación va a regresar, pero no, después de un prologo prometedor (aunque un poco apresurado) constatamos que Tim Burton desde Willy Wonka para acá viene viajando en piloto automático.


No puede ser, creíamos que este seriado creado a finales de la década de los sesenta por Dan Curtis, uno de los cineastas mas admirados del underground, con obras tan sólidas como Sangre para Frankenstein, se le iba a dar de perlas al hombre que fabricó a Eduardo Manos de tijeras. Pero lo mismo pensamos de Alicia en el país de las maravillas y ¿Qué obtuvimos? Una versión edulcorada del clásico de Lewis Carroll, completamente pensada para que el público adolescente que es el que mas va al cine engrose la taquilla. El baile flogger de Johnny Depp al final lo constata.

La mitad de la sala eran adolecentes cocinadas en Harry Potter y Crepúsculo. Ahora el gótico no se extrae de Hoffman o Von Chamisso sino en historias escritas por amas de casa para dormir a sus hijos hiperkinéticos. . Llega un momento donde uno piensa, me aburro yo o se aburren ellos. La industria sabe que el adolescente que va al cine no se mete completamente en la película sino que en el 40 por ciento del tiempo que dure en la sala va a estar hablando con su amigo vietnamita por el Blackberry, por eso no le presta mucha atención al guión.


Las deficiencias en este aspecto en Sombras tenebrosas son escandalosas. No se toman el trabajo de crear personajes, algunos los olvidan y luego cuando ven que han pasado veinte páginas sin que se pronuncie su nombre pues vuelven y lo invocan. Por momentos uno llega a extrañar a La familia Adams, porque al menos veinte años después yo me puedo acordar de Raul Julia y de Cristopher Lloyd, Cristina Ricci, Joan Cusack o Angelica Huston. Nada de eso sucede acá.

Sabíamos de la deficiencia de Tim Burton para dirigir actores. Como Herzog quien usó de actor fetiche a Klaus Kinsky quien  se dirigía solo el autor de Big Fish tiene a su Johnny Depp. Acá se contiene un poco y logra dejar de lado todas sus muecas Keithrichardtianas que tantos frutos le dieron desde Piratas del Caribe pero que a muchos nos viene cansando. Solo su personaje y el de la magnífica Eva Green son los únicos a los que papá Burton les brindó un poco de atención. De resto es una pena desperdiciar a actrices de la talla de Michelle Pfeiffer y Helena Bonham Carter dándoles unos personajes que rayan peligrosamente con la caricatura.

Al final empezamos a darnos cuenta, ¿Cómo así? ¿Es que el estaba enamorado de la insípida esa de la Victoria? Pero si apenas aparece en un tren en los genéricos del principio y no más. No sabíamos que era una rencarnación de su amor de hace doscientos años. No sabíamos nada pero igual los adolescentes ríen y uno a veces tan bien porque detrás de la cámara está un tipo talentoso que es capaz de hacer una que otra escena maravillosa aunque no nos conformemos con eso, aunque siempre queramos más.


La idea de Barnabás encerrado doscientos años en un ataúd, saliendo de él en 1972 con una sed terrible, comiéndose cuando ingeniero o Hippie encuentre por ahí, creyendo que la M de Mcdonalds no es más que la firma de Mefistófeles no solo es gracioso sino genial. Pero se queda solo en eso, en un esbozo, en una promesa.

 Mientras nosotros envejecemos nuestro cineasta como Benjamin Button va volviéndose más joven, más adolescente. Es el cineasta de ellos.  Los que pensamos que Ed Wood es una obra maestra lo extrañamos y reclamamos como propio de nuestra generación, pero tenemos que entender que el personaje que alguna vez inventó Scott Fitzgerald se ha convertido en un hombre de verdad. Se llama Tim Burton.

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