Stephen dice que hace su trabajo por convicción. Está convencido
de que Morris es un hombre honesto y por eso despliega en la campaña tanta
pasión. Las encuestas en realidad no invitan mucho al optimismo, pero bueno, todavía
faltan unas semanas. El que se apodere de Ohio será el elegido. Hay un senador
de dudoso desempeño que controla ese estado, se apellida Thompson.
Si logran incorporarlo, Morris,
el encantador Gobernador, será el próximo presidente de los Estados Unidos de
América. Stephen habla con su jefe, trata de convencerlo pero Morris es un
hombre de ideales fuertes. “Siempre que trazo una línea en la arena me hacen
correrla” le dice a su esposa. Desde la campaña rival llaman a Stephen, le
proponen abandonar ese barco que se hunde y cambiar de bando. Nosotros, como
público nos indignamos de que este hombre que aparentemente es un convencido de
la causa demócrata piense en voltearse con tal de obtener el poder. Después nos
controlamos y pensamos “No puede ser de otra forma, es política”
La película en esa primera parte nos recuerda algo que es
obvio en estos nuevos tiempos, se acabaron los grandes oradores, los mítines
ante un público enardecido. Ahora tiene mas contundencia un buen afiche o un spot publicitario que un discurso. El mismo
candidato no es más que un títere de las agencias consultoras. Stephen es un
profesional y como tal desarrolla a cabalidad su trabajo, si se involucra tiene
que hacerlo con las vísceras, pero si ve
que la batalla comienza a perderse y existe una oportunidad para irse al bando
ganador no le temblará la mano para hacerlo. Puede más la sed de poder que la
lealtad.
Es menester desconfiar de los idus de marzo advertía
Shakespeare en Julio César días de
buenos augurios según el antiguo calendario romano pero a la vez días álgidos donde
las emociones humanas se crispan y cualquiera es capaz de matar con tal de que
la rueda de la fortuna gire a favor suyo. Con este nombre el ya consolidado
director George Clooney bautizó su última película. Lejos de el ambicioso
planteamiento de su ópera prima Confesiones
de una mente peligrosa, la estrella de Solaris,
despliega sus incesantes y reales preocupaciones políticas. A pesar de que es
un demócrata activista, en Poder y
traición (según el horrible nombre que le dieron en estos países) Clooney
hace una autocrítica de su partido y plantea la tesis de que las ideas y los
grandes hombres son dos aspectos ajenos en la política.
Sin moralismos, ni señalamientos Poder y traición es una película que muestra sin establecer
juicios. En algún momento nos empezamos a enamorar de Morris, el hombre de
ideas radicales, el que se declara ateo y casi socialista. El hombre que
establece líneas en la arena y se esfuerza para no retroceder, el carismático líder
que demuestra que un político también puede ser un hombre inteligente pero al
final, al final la carne fresca de una jovencita lo hace patinar y aparece
Mefistófeles hermano y le despoja la piel de cordero y con un revólver en la
cabeza lo hace vestir de lobo.
Ryan Gosling vuelve a
interpretar un papel memorable. Lo habíamos aplaudido en Triste San Valentín y nos puso al filo de la butaca en Drive, acá encarna a un hombre completamente
distinto. Control absoluto de los gestos, de las emociones, Gosling no solo es
un actor sino un sicópata con trescientas setenta y cinco personalidades
encima. Abre su sicopatía al papel de turno y se pone el disfraz. Hollywood es
una fuente inagotable de talento actoral.
No lo duden, véanla, es casi una invitación al anarquismo. Desconfíen
de la voz de los políticos, casi todas son ajenas, observen bien a su candidato
cuando esté dando un discurso, si están atentos podrán verlo todo, incluso los
hilos que lo manejan.
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