16 de julio de 2012

LAS NOCHES DE LUNA LLENA DE Eric Rohmer.


Eric Rohmer está a la altura de los grandes novelistas. Su manera de escribir es un tanto particular. No necesita de una máquina de escribir o un papel y un lápiz. Se provee de actores, los riega en un plató y con cámara en mano comienza a delinear, a crear personajes.
En Las noches de  luna llena toma a una mujer despreciable. La clásica mujer frívola que además pasa por culta, por una mujer cosmopolita, de avanzada. Vive de gorra en la casa de su novio, un tenista retirado que posee una sólida cuenta bancaria. Ella planea irse del lado de la casa ubicada en el campo para irse a un apartamento en el centro de París. Allí no podrá perturbarlo con sus continuas salidas porque Louise tiene muchos amigos, casi todos reputados intelectuales y artistas. El mas cercano de ellos es Octavio, el clásico snob pretencioso que se la pasa hablando de lo mucho que trabaja en sus artículos y en todo momento lo sorprende la inspiración. Por eso tiene en el bolsillo de su gabán una libreta de apuntes.

A Remy el pedido de su novia no le gusta demasiado. Es más no puede aceptar ese tipo de relación desapegada, sin compromiso ni renuncias. Si uno está con alguien es para entregarse completamente a una persona. Para ella lo mejor es disfrutar de las noches de luna llena bailando en las discos de moda, al lado de hombres que no te den ningún tipo de estabilidad. Bestias nocturnas dispuestas a despedazarte. Cuando nota que Remy ha empezado a salir con otras mujeres Louise se resiente y allí vemos que su discursito barato de vivir juntos pero a la vez separados y sin códigos morales que te aten es solo eso;  una forma de acomodarse, de aprovecharse de la otra persona.
Rohmer veía con preocupación como la juventud de los ochenta había abandonado para siempre los ideales, los sueños, la innovación que se planteaba veinte años antes. Louise quiere un apartamento para estar completamente sola sin embargo vemos que en la primera noche se la pasa buscando en su agenda números telefónicos para invitar a salir a sus numerosos amigos. Cuando no queda otro recurso que quedarse esa noche en el apartamento tiene que ponerse a leer hasta que la venza el sueño. Al otro día cuando habla con Octave le dice que la pasó maravillosamente en soledad “Leyendo dos horas seguidas, había olvidado lo fantástico que es todo esto”.

Su trabajo es completamente mediocre. Dice ser artista pero en realidad lo que hace son unas horrendas lámparas que a nadie le interesa comprar. Claro que en sus ratos libres ejerce la arquitectura pero de entrada Rohmer la muestra como una persona completamente desinteresada por su pasión. En Las noches de  luna llena Rohmer muestra a una generación preocupada únicamente por pasarla bien, por no sufrir nunca más.
La declarada admiración de Rohmer y por Hitchcock se nota en esta película. El personaje principal es un tenista como sucedía con Farley Granger en Extraños en un tren y aplicando el concepto hitchckoniano de los objetos veremos al protagonista apoyarse en raquetas, usar términos tenísiticos, que sea el tenis precisamente la fuente de los problemas que tiene con su pareja.
En escenas como la del baño de París, cuando Louis descubre que Remy está en París, él que tanto detesta salir, tiene que esperar un tiempo considerable y respiramos el suspenso más genuino. Octave sentado en la silla, escribiendo un” magnífico” artículo que acaba de ocurrírsele le parece haber visto a Remy con una mujer. Pero todo es bastante impreciso, casi que fantasmal.
Está además la alusión a Jean Renoir y La regla de juego. Octavio es el amigo fiel, incondicional que está al lado de Louis como un perrito faldero. En el fondo no es más que un hombre completamente apasionado por su amiga y que hará lo imposible por tenerla, como el Octavio de La regla de juego.
Si quisiéramos explicarle a los marcianos como era un joven, la música, la estética de los años ochenta tendríamos que mostrar Las noches de luna llena, seguramente después de ver lo que sucedió en esos años donde los jóvenes se reconocieron frívolos, desinteresados y tontos podrían entender la crisis que actualmente vivimos.

Rohmer está a la altura de Stendhal. La valoración que se le puede hacer a sus personajes es bastante compleja. No crea estereotipos sino seres humanos. La vida en sus películas transcurre con normalidad, fue el cineasta que mejor supo retratar la realidad. A Rohmer no solamente se mira sino que también se lee.

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