9 de julio de 2012

LA CHISPA DE LA VIDA De Alex de la Iglesia. España en tiempos de crisis.


Un gran autor tiene que ser un testigo y un cronista de su época. Cuando Alex de la Iglesia anunció que su próximo proyecto se centraría en el drama de la crisis económica que azota a su país.  Esperamos ansiosos la visión que tendía el director bilbaíno.

Sin temores de asumir riesgos asume la historia del publicista que creó el famoso slogan de Coca-Cola, La chispa de la vida. Ahora todo para Roberto Gómez va en picada. Nadie quiere darle trabajo, como a miles de españoles. De nada le sirve tener un brillante curriculum, todo el mundo le cierra la puerta en la cara. Lo único que le da sentido a su existencia es su hermosa esposa mexicana interpretada por Salma Hayek. Ella es el prototipo de la esposa abnegada, encerrada en una cocina, alguien que no pide nada, que solo da.
Agobiado por las deudas, por el desempleo,  decide liberarse un poco de la tensión y darle una sopresa a su querida esposita; busca el hotel donde pasó la luna de miel, no vendría mal pasar un fin de semana en la hermosa Cartagena española. Pero el lugar ha sido derrumbado por que justo allí se han encontrado los restos de un teatro romano. Roberto asustado por un policia que le pregunta Que coño está haciendo en la zona prohibida, da un paso en falso y se aferra a una escultura gigante para no caer en el vacío, una secuencia realmente brillante que logra comprimir toda la poderosa imaginación de Alex de la Iglesia. Mientras el policía trata de rescatar al hombre, el alcalde inaugura el complejo arqueológico. Todos los medios nacionales, locales y extranjeros están allí para reportar el hallazgo. Mientras tanto  el pobre Roberto no logra soportar más y  cae sobre una reja. Al parecer todo está bien, puede hablar, mueve las manos, está en perfecto estado... sino fuera por esa maldita barra de hierro que tiene enterrada en la cabeza.

A diferencia de No man's land acá no sentimos la angustia del hombre que si quiere permanecer vivo debe estar absolutamente inmóvil. La razón está en que Denis Tanovic eligió seguir con su comedia ácida y no se vio tentado como De la iglesia en caer en la trampa de la denuncia, de ceder ante la exigencia de un drama que lograra sintetizar la angustia de millones de españoles que hoy ven como esos sueños que se tejieron en los noventa se desploman como una antigua escultura romana. Cae en la provocación estéril de señalar a los medios como grandes creadores del caos, de la explotación del dolor ajeno. Cuando los hermosos ojos de la presentadora local se llenan de lágrimas mientras realiza una "Emotiva" entrevista a Ramón que irremediablemente agoniza ante las cámaras, tenemos la incómoda certeza de que De la Iglesia se está tomando en serio, que quiere chantajearnos emocionalmente, el que ha sido tan ácido, tan radical, tan brillante.
Quiso hacer un drama y todo salió mal. Los personajes no son más que un conjunto de caricaturas donde los malos son ricos, tienen batas de seda, son gordos y en sus fiestas las únicas invitadas son una docena de prostitutas. Los pobres son las víctimas del capitalismo infame que todo lo corrompe. Esas imágenes de cientos de personas llenando el coliseo Romano con pancartas de "Todos somos roberto" es francamente patética, sobre todo porque comprobamos que Roberto Gómez es España agonizando. Alex de la Iglesia creyó tener la responsabilidad de mostrarnos el camino, se vio que en sus noches de insomio una obsesión lo habrá asaltado "Debo sentar una posición, como genio que soy, sobre la crisis que azota a mi país". Siempre en su tono, en su estilo, pero cayendo por momentos en la estúpida solemnidad de un guión completamente ajeno a sus atmósferas.

Pero esto no es todo, a los errores del guión hay que sumarle el error de haber escogido a  Salma Hayek para interpretar a la esposa. Esta odiada actriz  es una de las peores  que este miserable crítico haya tenido oportunidad de conocer. La mexicana está a la altura de sus compatriotas Adela Noriega, Thalia o de la colombiana Maritza Rodriguez. Desde el tono de la voz hasta sus gestos los aprendió de los grandes directores que tuvo mientras protagonizaba telenovelas exitosas en su México lindo y querido.
Esa escena final, un pretendido homenaje a El tercer hombre donde Salma le escupe la dignidad en la cara al oscuro productor de televisión no es más que una parodia por culpa de la incapacidad histriónica de esta Frida Kalho post-moderna.
Lo que esperábamos fuera la Network española termina convertida en un curioso y estéril hibrido. Mitad drama, mitad satira, mitad denuncia. Muy poco de Alex de la Iglesia. Lástima, perdimos la oportunidad de ver la gran película sobre la crisis. igual más de uno la va a disfrutar, van a decir que fue una aguda y profunda crítica a esos medios que todo lo explotan, que todo lo venden. Acá solo se señala y no se ahonda, no se mete el dedo en la llaga, solo atina a decir que ellos son los malos y nosotros, los pobres que no tenemos trabajo somos los buenos y esta coyuntura es mucho más compleja y esperábamos que un genio pudiera explicarnosla pero no ha podido ser asi.
Paradójicamente en películas de hace más de diez años como El día de la bestia o La comunidad se pueden encontrar esas razones. Mientras todos celebraban la bonanza, el despilfarro, Alex de la Iglesia ironizaba y parodiaba una sociedad que había tenido un súbito ataque de riqueza. Para eso están los grandes artistas, para ver antes que nadie el horror que se puede cernir sobre un país o una civilización. Si quieren saber las razones de la crisis no vean La chispa de la vida mas bien revisiten una y otra vez El día de la bestia.

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