16 de octubre de 2012

EL PODER DE LAS HISTORIAS. Reflexiones en torno al guión cinematográfico




Cuando entramos a una sala de cine lo primero que estamos buscando es una historia que tenga el poder de transformarnos. Cientos de películas se exhiben en todo el mundo, una ínfima cantidad tienen el poder de contarnos algo diferente. No importa el tema, si es sobre un bombero degradado por borracho que para ganarse la vida deba ahora disfrazarse de payaso, si has podido construir personajes reales la historia tendrá fuerza en si misma.
No existen fórmulas, ni espacio para la sorpresa. Existe un tópico que no siempre se cumple, el de que la mayoría nunca tiene la razón. Los críticos en su prepotencia tienen el convencimiento de que una película taquillera necesariamente debe ser una mala historia. El público no es tonto, ha estado en demasiadas salas de cine como para saber cuándo una trama tiene el poder de transformarlo. Ya nada lo sorprende y de eso debe estar consciente el guionista, posiblemente todas las historias ya están escritas, lo que es inagotable son las variantes que pueden tener sus personajes.
Es fundamental que el público establezca un vínculo con su personaje, que se identifique con él, que se apropie de sus problemas. No importa el género, si existen naves espaciales, máquinas del tiempo o pequeños seres verdes, si construyes un buen personaje la historia será creíble. Una persona es su mundo y sus conflictos por lo tanto no deberás crear arquetipos para una historia en la pantalla. No podrás porque no será creíble.  Nadie es completamente bueno ni malo, tiene que haber necesariamente un lugar para la ambigüedad.

Las películas no son buenas y malas por el género que aborden sino por cómo están construidos los personajes a partir de la escritura del guión. Tomemos un ejemplo del más discutido de los géneros, la acción. A mediados de los ochenta la era Reagan convirtió a Hollywood en un vertedero de basura donde no se hacían películas sino propaganda del más descarado fascismo. Aparecieron las sagas de Ninja americano, Vengador anónimo y Prisioneros de guerra, no sabías muy bien cuál era el motivo por el cual se movía Michael Dudikoff, Charles Bronson o Chuck Norris a matar lo importante es que estaban armados y que tenían rabia. Se creía que esa era la única manera de hacer acción hasta que aparecen dos películas que treinta años después no solo se mantienen vigentes sino que se han convertido en películas de culto. Hablo de Arma mortal y Duro de matar.
En la primera Mel Gibson encarna a un policía con serios problemas siquiátricos que anda sumido en una depresión profunda porque su esposa acaba de morir y para atenuar la pena no siempre se necesita un cura o un sicólogo; el viejo Jack Daniels y una buena raya de coca pueden ser los mejores consejeros. Martin Riggs a pesar de que tenga la cara de Mel Gibson no es precisamente un modelo a seguir. Vive como puede en un tráiler al lado del mar y constantemente están amenazándolo con echarlo de la fuerza  pública por su mal comportamiento.
Del otro lado está Bruce Willis alistándose para ir con su esposa a una fiesta en el edificio Nakatomi. El tipo está incómodo, no hay nada peor que conocer a los amigos de otras personas así sea la mujer que duerme contigo. Se están vistiendo para ir a la cena dentro del edificio. La mujer se adelanta, Mcclane se demora vistiéndose, cuando escucha las descargas de las ametralladoras actúa. El héroe tiene un problema; está descalzo, no ha alcanzado a vestirse completamente.
Además del poder de la historia de cada una de las películas está el detalle de que tanto Riggs como Mcclane se parecen a nosotros. Si logras crear un héroe que se identifique con el público tu película está salvada.
No existe nada más rococó que el concepto ese de cine arte. Todo lo que sea aburrido, lento, mal fotografiado y europeo es cine arte. Esto es un pleonasmo. El cine es un arte, esto está claro. El concepto surge a mediados de la década del 20 y lo acuña el crítico y pionero cineclubista Louis Delluc. Casi un siglo después miles de snobs  viven diciendo que las únicas películas dignas de verse son las que un jorobado presenta a media noche en un cineclub.  Esto es tan erróneo como creer que existe una alta y una baja cultura. Hay que quitarse los prejuicios de la cabeza, el arte debe servir no solo para pensar sino para evadirse. Si eso no es arte pues no me importa pero yo pago una boleta de cine es para que me cuenten una historia.

 Los cavernícolas se entretenían viendo en su cueva el movimiento del fuego mientras comían. La obsesión por apresar el movimiento nació con el hombre, allí está el jabalí de ocho patas en la cueva de Altamira, los dibujos secuenciados del palacio de Ramses, la linterna mágica de Athanasius Kircher, el Kinetoscopio de Edinson. La gente no solo se conforma con la imagen, para eso irían a una exposición fotográfica o a el Louvre, no, la gente entra a una sala de cine a que le cuenten una historia.
Cinco años después de que los hermanos Lumiere presentaran su invento en París el cinematógrafo era considerado una antigüedad. Melies les compró el invento y Auguste reía porque creía que ese mago se había vuelto loco. Ignoraban que George Melies estaba convencido de que esa invención era mucho más que una curiosidad científica capaz de apresar el movimiento.  El cine podía ser usado como una pluma para contar historias. El ilusionista salvó al cine de una muerte temprana.
Después del éxito de Viaje a la luna se dispararon las historias. Los primeros guionistas usaron las grandes obras de la literatura o el drama de Jesucristo para  hacer sus películas. Con la incursión en 1927 del sonido el cine fue considerado el séptimo arte y no porque sea un arte menor o emergente sino porque tenía la capacidad de contener en sí mismo todas las artes. Estaba la fotografía, la pintura, la música, el teatro y en cierta forma la literatura.
Sin embargo no existe nada más diferente de un guión que una novela. En esta última un error puede ser considerado un toque vanguardista en el primero una equivocación puede ser fatal. Hay que desligarse por completo de la literatura a la hora de escribir secuencias. Hay que ser minucioso y pensar como si en vez de cabeza tuviéramos una cámara. Después de que hayas escrito esa primera versión sabes que debes botarlo a la basura y empezar a crear a partir de ese primer camino que marcaste. La segunda versión no será la definitiva, tampoco las otras quince que vengan. Un guión nunca se termina de escribir. El cuento ese de los tres amigos que se reúnen al lado de una piscina entre botellas de vodka y líneas de coca redactando en menos de una semana un guión es solo eso… un mito.
Por más de que estemos convencidos de que podamos poner patas arriba la estructura narrativa de una película nuestra historia necesariamente debe estar encajonada en tres maneras de ser narrada. Para Robert McKee existen tres formas de tramas. Estas son la Arquitrama, la Minitrama y la Antitrama. Voy a entrar a definir qué quiere decir para el gurú del guión cada una de estas formas de construir una historia.
En la Arquitrama se encuentran los principios que constituyen un diseño clásico en palabras de McKee “Implica una historia alrededor de un protagonista activo que lucha principalmente contra fuerzas externas antagonistas en la persecución de su deseo, a través de un tiempo continuo, dentro de una realidad ficticia coherente y causalmente relacionada, hasta un final cerrado de cambio absoluto e irreversible”.
En su sentido etimológico Arqui es “eminente por encima de los demás del mismo tipo”. La arquitrama es el arroz, la carne, el maduro del cine mundial. En los últimos ciento diecisiete años ha sido la base de la gran mayoría de películas que han circulado a nivel internacional. Haciendo un repaso a lo largo de decenios – El asalto al tren del dinero, Nosferatu, El gabinete del doctor Caligari, Amanecer, El último hombre, Anatomía de un asesinato, El precio de un hombre, Tiempo de amar, tiempo de morir, Mas corazón que odio, Ojos bien cerrados,  Los inútiles, Rocco y sus hermanos, El padrino, Tiburón, Rocky, El Exorcista El hombre elefante, Cabo de miedo, Los intocables, Avatar, El discurso del rey, El silencio de los inocentes-  vislumbraremos la gran variedad de historias que ha aplicado la arquitrama.
Por otro lado está la minitrama. Hay algunos autores que prefieren contar la vida tal y como ellos la perciben. Con sus puntos muertos, con gente que va al baño y hace sus necesidades, gente que suda, que llora, que pierde. Directores minimalistas que quieren ahondar en los problemas que puede tener un personaje. Todo eso está contenido en una minitrama. La minitrama no significa que no haya trama dado que su ejecución puede estar tan bellamente diseñada como una arquitrama. Según Mckee “La minitrama  persigue la economía y la simplicidad a la vez que mantiene suficientes aspectos clásicos como para que la película satisfaga al público, de tal forma que salgan del cine pensando “Que película más buena”.
La minitrama aunque menos variada es igualmente internacional. Entre las películas más destacadas cuyo marco narrativo es una minitrama encontramos La pasión de Juana de Arco, Los olvidados, Cero en conducta, Fresas salvajes, La noche, Mi noche con Maud,El imperio de los sentidos, Alicia en las ciudades, Sacrificio, Pelle el conquistador, Chocó, La sirga entre otros.
Para McKee la antitrama consiste en “Un conjunto de variaciones antiestructurales que contradice las formas tradicionales para explotar y ridiculizar la forma clásica de contar una historia” Los ejemplos de antitrama son escasos. Entre ellos se destacan Un perro andaluz, La sangre de un poeta, El año pasado en Mariemband, Ocho y medio, Persona, El fantasma de la libertad, El mundo según Wayne, El sentido de la vida.

Uno nunca puede caer en la tentación de creerse un genio y querer dinamitar las estructuras narrativas creando una antitrama. Para intentarlo hay que manejar de una manera magistral la narración lineal. Antes de hacer Persona Bergman había demostrado con Crisis y El ojo del diablo que movía a su antojo una historia líneal. Conozco primerizos que quieren dárselas de revolucionarios creando una historia en un ejercicio de literatura automática, usando un método parecido al de Buñuel y Dali para construir su Edad de oro. Los resultados son realmente patéticos.
No se puede escribir una historia pensando en el impacto que pueda esta tener. Hay que pensar que son muchos meses, incluso años en los cuales vas a estar sumergido en esta historia y para que el interés no decrezca debes amar lo que haces y uno solo ama lo que conoce.
Escribir un guión no es para corredores de cien metros sino para maratonistas. La carrera es bastante larga y exigente, terriblemente exigente. Si no tienes el hígado para soportar la crítica de tus lectores es mejor abandonar la profesión. Recuerdo la primera vez que envié un guión para que un lector profesional lo leyera. Esperaba que me dijera que era una obra maestra y cuando lo recibí el manuscrito de vuelta creí que había usado para matar zancudos repletos de sangre. El color rojo predominaba en el papel. Las anotaciones eran absolutamente despiadadas. Los personajes no estaban movidos por intenciones y no tenían vida. Las situaciones eran forzadas y los diálogos eran planos. Se destacaba eso si que la premisa era buena. Creí que era el fin. Le pasé las anotaciones al director con el que estaba trabajando y este me dijo que no había porque entristecerse “Las lecturas de guión se hacen no para que te elogien sino para que el guión crezca y la única posibilidad de que lo haga es descubriendo sus errores”. Hay que entender que lo que tiene un guión son problemas y que la principal razón por la cual el cine colombiano no ha podido despegar con plenitud es por la incapacidad que han tenido sus guionistas de construir una gran historia.
Ir a una escuela de guión ayuda pero no debe ser un requisito para ser guionista. Lo que si es obligatorio es que el guionista ame el cine. Decía Truffaut que el habían terminado dirigiendo por amor al cine. Quería estar cada vez más cerca de él, primero como espectador, después como crítico y a lo último haciendo sus propias películas. El guionista en ciernes está obligado a conocer la historia del cine al dedillo, a ser un obsesivo con la cartelera local, a estar leyendo constantemente no solo libros sobre cine sino novelas, revistas, periódicos. Allí están las historias, siempre latentes, siempre esperando ser despertadas por los ojos curiosos de un lector.
Los hombres de cine consumen cine, comen películas, devoran historias. Se debe estar en la capacidad de establecer las influencias que movieron a un escritor a crear una escena. Una de las mejores historias escritas para la pantalla fue la de la versión de 1987 de Los intocables dirigida por Brian de Palma y escrita por el gran dramaturgo David Mamet. En la última parte hay una escena que revela como la cinefilia puede resolverte un problema. Kevin Costner y Andy Garcia están esperando en una estación de tren al contador de Capone. El clima es tenso, todos parecen sospechosos. Una mamá sube por las escaleras un coche donde va su hijo. Costner desesperado al ver el esfuerzo de la mujer decide abandonar su puesto y la ayuda. Justo cuando está terminando de subir las gradas empiezan a aparecer los guardaespaldas del mafioso. De reojo uno de ellos lo identifica. Costner se voltea para dispararle y al hacerlo toca el coche del niño, este, en cámara lenta comienza a rodar por las escaleras mientras se desata una infernal balacera. La inolvidable escena es un homenaje al momento cumbre de El acorazado Potemkin, conocido como Las escalinatas de Odessa, donde se recrea la feroz represión zarista contra el pueblo en la revolución de 1905. Hagan el ejercicio de ver las dos escenas y se darán cuenta de cómo se puede robar con elegancia. Las películas también pueden tener pie de páginas.
Pero hay una palabra que debe convertirse en mantra para cualquier guionista y esto es economía. John Michael Hayes escribió la escena inicial de La ventana indiscreta. El tipo para decirnos a que se dedica James Stewart y porque tiene una pierna enyesada escribe una escena inicial donde él está dormido y vemos una cámara rota, una portada de una revista y su respectivo negativo y la foto de un carro de carreras estrellándose en un óvalo. Una de las llantas se acerca peligrosamente a la cámara. Después vemos una cámara fotográfica completamente destruida. Así que ya sabemos que el hombre es fotógrafo y que ama su trabajo porque  fue capaz de arriesgar su pellejo por tomar una gran foto. Todo esto se dijo en unos cuantos segundos. Bueno no se dijo sino que se mostró. En el cine hay que mostrar más y decir menos. Entre menos diálogos se hagan es mejor. No podemos pretender solucionarlo todo diciéndolo. Tenemos que explotar más la imagen y el cine precisamente es eso, el placer del voyeur.

En la escena inicial de Cabo de miedo  Wesley Strick nos revela la personalidad del violador Max Cady sin siquiera mostrar la cara. Vemos su celda, las fotos de Stalin y de otros dictadores. Los libros de derecho al lado de Asi hablaba Zaratustra y el de espaldas a la cámara haciendo fondos, con un tatuaje que cubre toda su espalda donde se ve una balanza que simboliza la ley. No hay tampoco ningún diálogo, ni hay un carcelero temblando diciendo lo terrible que es Cady, lo malo que ha sido.
Las historias se escriben porque tenemos la necesidad de hacerlo. Si tienen algo que no los deja dormir, si están tristes y silenciosos es porque de pronto dentro de ustedes está naciendo una historia que como un alien quiere romper su estómago y salir de allí. Las historias tienen vida propia y cuando menos piensan están corriendo por su torrente sanguíneo. Lo que hay que hacer es tomar la determinación de sentarse a escribirlas. La inspiración no te va a llegar en un prostíbulo o emborrachándote con Gaviota en la tienda de la esquina. No, la inspiración te sorprende es trabajando y si quieres construir una historia que puedas vender debes dedicarte a ella todos los días durante mucho tiempo, mucho tiempo. Deja todo lo que estás haciendo, mata a tu tía solterona y millonaria o consíguete como sea un mecenas, demuestra que estás decidido, que partes de una premisa muy fuerte, que te mantengan un año hasta que tengas 20 versiones de ese maldito guión. Si es una buena historia se pelearán por ti, no creas en las injusticias, cuando hay trabajo y talento vas a salir del ostracismo. Dentro de poco te pagaran por hacer lo que más te gusta. Pero por lo pronto trabaja, de sol a sol trabaja, teclea hasta que se borren las líneas de tus dedos. No queda otra forma. Apúrate a hacerlo, el tiempo no te hace más joven.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la referencia al jorobado en el cineclub es interesante... autobiográfica???

SATUPLÉ dijo...

Jajajajaja.... completamente...

Anónimo dijo...

Excelente, me hizo recordar a max cady, que loco y buen personaje, no todos los villanos son malos, todoss tienen sus motivaciones, solo hay que ver por que?