15 de julio de 2010

EL ATAQUE

Cinco cuerpos tendidos en el suelo, una herida les parte el cuello. Tengo un amigo que es como un rabo de nube, como una niebla espesa, tiene como hobby sacarle las liendres a los puerco espines. El amigo es ese susurro reptando por el cuerta que viene cada noche a decirme "Hay que matar al presidente". Abro los ojos y vuelvo a ver la imagen, cuatro hombres tratando de decir algo pero no pueden porque su misma sangre los está asfixiando.
Camino en silencio por la oscuridad de la carpa. Las medias empapan y hace frío. Cierro la persiana y desde la oscuridad los miro. De alguno de ellos debe salir la invocación pero no la recuerdo, les busco entre sus bolsillos una señal pero solo encuentro esquirlas de metralla. El viento amenaza, las estacas con las que armamos la carpa crujen, en cualquier momento se volverán astillas.
Al mediodía el calor arreciaba, la fiebre nos hacía delirar, la gitana fue hasta el pozo y nos trajo un cuenco con agua, lo tomamos. Con el agua que sobró nos limpiamos las heridas, la gitana señaló la cima de la colina y de su boca desdentada salen las palabras "Están alli, entre los árboles, acechándo". Decidimos hacer guardias de cuatro horas cada uno, pegarnos los párpados con cinta y verlo todo, La gitana gritó desde la lejanía "Si lo dejas de mirar un segundo te descuartiza". Pero de la colina comienza a bajar el sueño y nos tiende en el suelo. Las sombras que trae el viento se arremolinan sobre mi y habla un idioma desconocido pero comprendo cada sílaba "Hay que matar al presidente" Despierto y mis compañeros duermen con un rasguño abriendoles la gárganta

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