28 de julio de 2010

EMPUSAS

Se levantó encendido en fiebre y todavía sintiendo el nauseabundo aliento del espectro. Se asomó a la ventana y vio el cielo envuelto en las nubes. Respiró fuerte una y  otra vez. El sueño era muy vívido "Como si esa horrenda Empusa todavía guardara la esperanza de poseerme". Todo pasó en su último viaje por el Indo. Una población entera había caído bajo el hechizo mortal de los espectros demoniacos. Solo la fuerza de un gran mago como lo era Apolonio de Tana podía contrarrestarlo. Pasaron la noche en la embarcación el y su ayudante. En medio de la noche lo despertó un gemido, al lado suyo estaba una mujer frotandose los voluminosos senos. Después con su mano derecha trató de acariciar su pene y de atraerlo en un abrazo pero Apolonio se dio cuenta de lo absurda de la situación, se incorporó y logró ahuyentárla enzartandole una retahila de improperios dichos en una lengua extinta pero que las empusas entienden muy bien. Al llegar a la población entendió que eran presas de un ataque de estos agentes demoniacos que al no ser materia pretenden serlo seduciendo a los jóvenes mas hermosos.
Por los sueños que últimamente tenía se dió cuenta que las empusas querían vengarse.
Una tarde recibió la carta de su discipulo más querido Menipo de Thames. Por la caligrafía casi que incongruente notó que el joven filósofo estaba sometido a uno de los hechizos mas poderosos que se pueda infrigir sobre una persona, el del enamoramiento. En la carta le informaba que había conocido a una hermosa y joven mercader propietaria de una fortuna incalculable que inexplicablemente se había prendado de él. Era tanto el apego que sentía el uno por el otro que en menos de un mes habían decidido casarse, así que le proponía al gran mago pitagorico que fuera el padrino de su matrimonio. A pesar que durante algunos meses su eterna ciática lo tenía casi que recluido en su casa decidió embarcarse y acudir al matrimonio debido al inmenso aprecio que sentía por su discipulo.
Menipo lo esperaba en el muelle. El mago se asombró al notar el terrible cambio que había tenido su discipulo en tan poco tiempo. Su pelo estaba encanecido y estaba tan flaco que la bata habia sido sometido a varios recortes para que no le quedara bailando. Además el brillo de la sabiduría se había apagado en sus ojos. Decidió no hacer ningún comentario, entendía que el amor enfebrecido puede llegar a consumir a una persona. Confiaba plenamente en Menipo y lo consideraba uno de los jovenes mas prometedores dentro de la nueva filosofía. Su estudio sobre la Telpsikinesis lo había acercado a la magia y a diferencia de otros filósofos dejó la prepotencia a un lado y entendió que existían en el universo fenómenos que sencillamente no podían ser analizados con la razón.
En el camino a la casa el de Tana le preguntó que camino habían tomado sus investigaciones, se sorprendió al notar el desprecio que el joven sentía hacia el conocimiento "Lo único que importa es el amor, los libros pueden quemarse pero el amor siempre perdurará" y allí se sumió en un aburrido soliloquio sobre el amor y sobre todo sobre su prometida "No se parece a ninguna mujer que haya pasado por esta tierra. Yo no hice nada, una vez fui al mercado a comprar unas especias para invocar a Thelema y ella apareció entre la gente, me abordó y me maravilló con su belleza y su inteligencia, no tienes ni idea de lo hermosa que es" Nada en sus palabras dejaba ver entusiasmo. lo decía con desgano, casi sin fuerzas. "Fue algo tan mágico, al otro día de conocerla se instaló en mi casa con su criado. Nunca he sido tan felíz" Y diciendo esto el joven agachó la mirada e inclusó esbozó una mueca de dolor. Apolonio empezó a sospechar lo peor.
Llegaron a la hacienda de Menipo. Un hombre alto y pálido vestido con una batola negra les abrió el portalón. Los recibió en silencio
-Veo que ya no cuentas con tu antiguo criado
-No, a ella no le gustaba. Como siempre tenía razón. Velandio era un ser vano y abyecto.
Apolonio notó que las flores se habían secado y que la fachada de la casa estaba oscura como si una meleza invisible la hubiese cubierto. Al llegar al rellano de su puerta sintió que su pulso se aceleraba y se llenaba de una extraña inquietud. Cuando llegó al salón principal la vio y al instante la reconoció. La mujer trató de ocultarse el rostro con las manos pero era tarde. Apolonio la miró con furia y pronunció con pavor esta frase
-No eres materia sino apariencia de materia, te ordeno que te difumines
El criado que parecía aletargado recuperó la agilidad y saltó sobre el mago tratando de taparle la boca pero Apolonio alcanzó a echarle un liquido viscoso que paralizó al hombre y luego lo encendió en llamas. La empusa arrastrándose por el suelo le suplicaba al hechicero que no la torturara, que la ayudara porque lo único que quería era devorar el cuerpo de Menipo pues acostumbraba alimentarse de cuerpos hermosos y jovenes. Apolonio no tuvo contemplación y agitó su mano en el aire mientras pronunciaba furiosas invocaciones. En pocos segundos la mujer se fue convirtiendo en una horrenda vieja llena de llagas pululentas y allí quedó tendida en el piso convertida en un inmundo cadáver.
Lamentablemente el daño ya estaba hecho. Menipo nunca recuperó la razón

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